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Independencia de Egipto


La Descolonización en el Oriente Asiático.

Antiguas civilizaciones como China e India fueron los primeros territorios en reaccionar ante la desestructuración de los Imperios coloniales. Una de las causas para ello fue su antiquísima cultura, la cual sirvió alimento para el Nacionalismo, una fuerza básica impulsora de la descolonización.

Independencia de Egipto.

El fin de la dependencia británica de Egipto se produce definitivamente luego de la segunda guerra mundial como sucedió con todo el proceso de descolonización. Pero el proceso había comenzado antes, luego de la Primera Guerra Mundial se había comenzado a debilitar el poderío británico, lo que implicó comenzar a ceder cierto grado de independencia a sus colonias. Es a partir de allí que surgen los denominados Mandatos. Denominación legal para las antiguas colonias, una especie de transición desde su estadio de colonia a un futuro país “libre”:

El Próximo Oriente había quedado organizado tras la Primera Guerra Mundial por la Sociedad de Naciones bajo el sistema de Mandatos tutelados por Gran Bretaña y Francia. Los británicos administraron sus territorios como monarquías árabes que, rápidamente, evolucionan hacia una independencia controlada. Para el caso de Egipto, Gran Bretaña puso fin a su Protectorado sobre el país árabe, al conceder una independencia formal en 1922, seguida en 1923 de la promulgación de una Constitución.”[1]

Los ingleses ocuparon la zona estratégica del Canal de Suez hasta 1947 (dos años después de finalizada la guerra). El sentimiento anti-británico creció. Un hecho clave fue la creación en 1948 del Estado de Israel, esto generó una conmoción en el mundo árabe hasta la actualidad. La ONU decidió dividir Palestina y crear el nuevo Estado para los judío, terriblemente afectados por el genocidio en Europa a manos del régimen nazi:

“El proyecto era aprobado de inmediato por los judíos, al ver en el la creación de su Estado, pero fue rechazado por los árabes. Era el comienzo de un enfrentamiento entre ambas comunidades y medio millón de árabes tuvieron que desplazarse de sus hogares entre 1947 y 1949, ´la mitad de ellos por el terror que infundían los judíos´. Las hostilidades, subsiguientes a la Resolución de Naciones Unidas, impidieron la aplicación de la resolución. Israel ocupó el sector occidental de la zona de Jerusalén y Jordania ocupó el sector oriental, incluida la ciudad antigua amurallada. Así fue como se produjo la división de Jerusalén. (…) El 23 de enero de 1950, Israel declaró que su capital era Jerusalén y estableció órganos de gobierno en la parte occidental de la ciudad. Jordania, por su parte, procedió a formalizar su control sobre la ciudad antigua; no obstante, en la legislación jordana se indicaba que es medida se adoptaba a reserva de una solución definitiva de la cuestión Palestina. (…)”[2]

Sin comprender el efecto que generó la creación de un nuevo Estado en el mundo árabe no se puede entender el crecimiento del descontento y las tensiones en Egipto, las cuales llevaron a una guerra que en cierta forma ha seguido subyacente hasta el presente:

“Lo cierto es que, en el momento de finalizar los británicos su mandato en Palestina, el 14 de mayo de 1948, se proclama la fundación del Estado de Israel, y acto seguido estalla la guerra entre el nuevo ejército israelí y los árabes de Egipto, Líbano, Siria, Irak y Transjordania. Los palestinos, aunque de forma poco articulada o bajo el encuadramiento de los países árabes vecinos, tomaron las armas con la intención de defender sus intereses. Ante esto, Israel respondió con represalias durísimas que causaron una gran mortandad y enormes pérdidas materiales en la región. La derrota en Palestina ante Israel azotó al mundo árabe hasta sus raíces. Los pueblos árabes se sintieron enormemente defraudados y humillados, traicionados no solamente por los países occidentales, que brindaban muestras de simpatía para con Israel, sino también por las oligarquías árabes dirigentes, incapaces de plantar cara a su enemigo, en incluso, sospechosas de ser cómplices del imperialismo occidental.”[3]

Esto motivó el surgimiento de un movimiento revolucionario en Egipto debido a que se estimaba que el gobierno egipcio era aliado y títere de los países occidentales:

“Este es el caldo de cultivo en el que se gestó, a partir de 1952, el movimiento popular y revolucionario egipcio. Los ecos de esta derrota militar implicaron la caída de la monarquía en Egipto, a la que se suman otros hechos que ponen de manifiesto la situación que vivía el mundo árabe, tales como el asesinato del rey Abdullah de Jordania en Jerusalén en julio de 1951, los golpes de Estado que convulsionan a Siria o las revoluciones sucesivas en otros países del Próximo Oriente.”[4]

Entre el 22 y 23 de julio un grupo de oficiales, denominados Oficiales Libres bajo el mandato de Muhammad Naguib y Gamal Abdel Nasser abolieron la monarquía e instauraron una república:

“La revolución egipcia es considerada un hecho de enorme magnitud para el resto de los pueblos árabes y africanos en su lucha contra el predominio colonial europeo. Es por ello que, la proclamación de la República egipcia fue una verdadera demostración de independencia gracias a la revolución de base popular frente a la situación anterior dominada por la vieja oligarquía. La disposición económica por la que atravesaba ´el país de los faraones´ era, en palabras del ministro de Asuntos Exteriores, Al-Dinar Bey, consecuencia del sometimiento implantado por los británicos y apelaba al mensaje lanzado por Naciones Unidas: “Ahora que (Naciones Unidas) proclaman al mundo su voluntad de rechazar la agresión en cualquier lugar donde se produzca, Inglaterra no tiene ya pretextos para permanecer en mí país”.[5]

La pregunta que se puede plantear es ¿qué realizó este grupo de oficiales liderados por Nasser? Primero se debe señalar que Egipto era un país con solo 5% de superficie cultivable, superficie que era controlada por un grupo de familias que concentraban la riqueza mientras el resto padecía miseria. Nasser desde su época de estudiante secundario entró en contacto con grupos nacionalistas, uno se destaca en particular, los Hermanos Musulmanes. Dicho grupo abogaba por la separación de total de Occidente. Luego de llegado al poder, Nasser se distanciará de los Hermanos Musulmanes, quienes atentarán contra su vida en 1953 por tener ideas y acciones socialistas, una ideología intolerable para los radicales musulmanes. En el correr de ese año, Naguib, antiguo general del Ejército, superior a Nasser es destituido por sus tendencias a dictador. Nasser asume el control del gobierno y es elegido presidente el 23 de junio de 1956. En ese año su figura e ideas adquieren importancia en todo el mundo en descolonización, a partir de la Conferencia de Bandung.
En ese mismo año, Nasser acometía una de sus mayores acciones, desarrolló la represa de Asuán. El objetivo disponer de más agua para regar y ampliar la superficie cultivable y proveer de energía eléctrica al país. Pidió dinero a los Estados Unidos que retiró su apoyo por la posición tomada en Bandung, el neutralismo. Es así que emprendió la nacionalización del Canal de Suez. Se emprendió una acción militar desde Israel, con ayuda francesa e inglesa, nacionalidades de las cuales provenía el capital de la empresa que controlaba el canal. Pero esta acción tuvo efectos adversos en la opinión pública que vio esto como una agresión contra un pueblo oprimido. La URSS además apoyó a Nasser lo que significó un freno para la acción antes mencionada. EEUU por otra parte no apoyó la acción, lo cual selló definitivamente con el fracaso la misma.
El triunfador fue Gamal Abdel Nasser, que siguió adelante con su política de nacionalizaciones y reforma agraria. Formó un nuevo partido la Unión Nacional. Su otro gran proyecto fue intentar unir a los países árabes pero este fracasó.
En 1967, dos años después de ser elegido como presidente renuncia tras haber sido derrotado por Israel en la guerra de los Seis días.  



[1] GARCÍA de LAS HERAS, Mariano. “El Egipto de Nasser en la dinámica de la relaciones internacionales.” Ab Initio, Número 1, 2010, p. 150.
[2] Ibíd., p. 152.
[3] Ibíd., p. 153.
[4] Idem.
[5] Idem.

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