Los libros sobre Geopolítica
y Geohistoria ofrecen una mirada general sobre las relaciones entre los Estados,
el capital y las personas a lo largo de la historia que no podemos dejar de
lado. Este es el caso del libro “Caos y orden en el sistema mundial”. El
trabajo comienza planteando algunas ideas sugestivas sobre el final de la
Guerra Fría, ¿quién la ganó?, ¿cómo ha incidido en la situación de la gente en
particular los sectores trabajadores? La realidad es que cada vez se duda más
que algún Estado haya triunfado en esa guerra. Parece todo lo contrario, los
triunfadores fueron los grandes capitales o las grandes empresas.[2]
Luego comienza un recorrido de diferentes posturas. Algunos autores no están de
acuerdo con esto, por el contrario las relaciones entre Estado y capitales se
ha mantenido a lo largo de los siglos. Sostenedor de esa opinión es Wallerstein
para quien los Fugger en el siglo XVI y los fabricantes de Manchester, en el
XIX mantuvieron una relación similar con el Estado. Otros autores, entre los que se puede situar a
Charles Tilly sostienen que la globalización ha generado un retroceso en la
situación de los trabajadores. Las sucesivas oleadas de globalización, en el
siglo XIII, XVI, XIX y XX, particularmente la última han debilitado a los
Estados y éstos aseguraban los derechos de los trabajadores, el creciente poder
de corporaciones trasnacionales ha precarizado la situación de los individuos.
Otros autores como Zolberg proponen que luego de la segunda guerra los
beneficios para los sectores trabajadores fueron creciendo y desarrollándose
por lo menos hasta 1970. La pregunta que se plantean los autores del libro es
¿qué sucederá en este contexto de laissez-faire respecto de los sectores
trabajadores? Ésta es una pregunta que deberemos debatir, la respuesta es
incierta máxime en un contexto en el que el trabajo humano está en retroceso.
Pero esto parece no estar en la agenda cotidiana de países como los nuestros en
Latinoamérica.
Continuando con el libro,
Arrighi aborda en una de sus secciones el análisis y evolución de la hegemonía
en tiempos modernos, especialmente desde el siglo XVI hasta la primera guerra,
período en el que sobresalen dos potencias, Holanda y el Imperio Británico. A
partir de 1648 con el tratado de Westfalia los holandeses lograron primacía
comercial. Los holandeses se enfrentaron a la supremacía de los españoles,
Estado territorial basado en el control monopolista de recursos extraeuropeos
(plata americana). Los holandeses llevaron la guerra a los mares, allí estaba
su especialidad y su monopolio:
“Se
utilizaron ventajosamente dones históricos y geográficos complementados en su
debido momento con el virtuosísimo tecnológico en la construcción de barcos.
Sierras mecánicas, grúas para los mástiles, piezas de repuesto intercambiables
y otro instrumental “de alta tecnología” permitieron a los astilleros
holandeses producir más masivamente con menores costes y con más rapidez que
los de cualquier potencia rival.”[3]
¿Dónde residía la clave del
poder holandés?, Arrighi es contundente y claro:
“La rentabilidad del comercio holandés quedó determinada por dos
circunstancias principales. Una de ellas fue la propia intensidad de la lucha
por el poder en Europa: cuanto más intensa se hacía ésta por tierra y por mar, ceteris
paribus[4],
mayor era la demanda del grano y los pertrechos navales del Báltico que los
holandeses monopolizaban, y mayores los beneficios que ese monopolio les proporcionaba.”[5]
Los Habsburgo cuanto más
intentaban utilizar sus recursos americanos, más enriquecían a sus adversarios
holandeses. Adversarios que a diferencias de los grandes Estados territoriales
no contaban con esa variable y constituían más que un Estado una organización
económica con escasa base territorial. Algunos autores, comenta Arrighi han
situado a Holanda como una ciudad con vocación imperialista, igual a sus
antecesoras, Venecia y Génova. Por esto era cuestión de tiempo para que un
Estado con mayor peso la sustituyera en ese dominio del sistema-mundo, ese
Estado fue Gran Bretaña. Esto fue progresivo y tuvo cuatro fases, la primera
durante el siglo XVII, tuvo lugar con la asociación militar entre Holanda y
Gran Bretaña. La segunda a partir de la guerra de sucesión española
(1701.1713). La tercera a partir de las luchas entre Estados europeos en el
siglo XVIII propiamente dicho. Finalmente a fines del XVIII y principios del
XIX la hegemonía holandesa ha quedado superada. Holanda, apremiada por Francia
en especial desde los intentos de sometimiento por parte de Luis XIV, se alió
con los británicos, era su opción. Los británicos requerían del dinero holandés
para financiar su expansión. Pero eso fue terminando cuando los británicos
lograron asegurar su dominio sobre India:
“Una vez que el ‘león inglés’ había puesto sus zarpas sobre las riquezas
de India, los días del ‘gato holandés’ estaban contados. Desde aquel momento
solo los ‘animales de presa’ tendrían peso en la lucha por el poder en Europa”.[6]
La metáfora de los animales,
utilizada por un analista de aquellos tiempos, muestra que el poder holandés
llegó a sus límites. Los británicos consolidaron su dominio desde la batalla de
Trafalgar en 1805. Por 100 años los británicos lograron establecer una Pax
duradera en Europa con el reverso de varias guerras coloniales. Los británicos
tuvieron la peculiaridad de ejercer un dominio económico sin igual:
“… en el siglo XIX el conjunto del sistema se desplazó hacia el dominio
global bajo el liderazgo de otra agencia, el Reino Unido, que no era un mero
Estado nacional, sino por el contrario una organización imperial cuyos dominios
territoriales y reales de poder
abarcaban el mundo entero. Bajo el caparazón de esa organización imperial, la
industrialización revolucionó la
logística de construcción del Estado y la organización de la guerra, creando
las condiciones para el surgimiento en el siglo XX de Estados de tamaño continental
en los flancos orientales y occidental de Europa. Estados Unidos y la URSS
dejaron chicos a los típicos Estados nacionales del núcleo europeo.”[7]
El comercio británico basó
su supremacía en los dones de la revolución industrial. La transición hacia la
hegemonía estadounidense se produjo
lentamente, la primera fase comenzó luego de la Gran Depresión de
1873-1893:
“En el transcurso de ésta se intensificó la rivalidad entre las grandes
potencias, emergieron complejos militar-industriales demasiado poderosos para
que Gran Bretaña pudiera controlarlos mediante su política tradicional de
equilibrio de poderes”[8]
El punto culmine fue la
Primera Guerra Mundial, a partir de este hecho se desestructuró el orden del
siglo XIX.
[1] ARRIGHI,
Giovanni, SILVER, Beverly. “Caos y orden en el sistema-mundo”. Minnesota: Akal,
1999.
[2] Ibíd.,
p. 15.
[3] Ibíd.,
p. 48.
[4] Se
mantiene constante.
[5] ARRIGHI,
Giovanni, SILVER, Beverly. “Caos y orden en el sistema-mundo”, op. Cit., p. 48.
[6] Ibíd.,
p. 63.
[7] Ibíd., p.
45.
[8] Ibíd.,
p. 74.
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