La historia que se relata a continuación constituye un ejemplo de lo que sucedió con muchos de los personajes que habitaban la campaña oriental a fines del siglo XIX. La llegada del militarismo (1876-1886) significó el fin del gaucho y su tradicional estilo de vida.
El Clinudo
“No hace tanto tiempo por cierto, merodeaban, ocultos en la selva, con oído sutilísimo y avizor, numerosos malhechores que llevaban vida fácil de robos y fechorías, confiados en la inmunidad que el propio vecindario les aseguraba cuando, temiendo bárbaras venganzas, ignoraba sus guaridas y silenciaba el rastro de sus carneadas. En esos montes de Mansanvillagra, … solía esconderse … el Clinudo, … Hijo de nadie, surgió un funesto día de los montes del Yí… A unas cuatro o cinco leguas para acá de la barra de Timote con el Yí, era punto de reunión predilecto la antigua pulpería de “Chirute”. … Una vez entró a esa pulpería, haciéndose servir un vaso de caña y con él en la mano se acercó a Eugenio Barreto, buen vecino de los “Molles de Timote”, y se lo arrojó a la cara, desafiándolo a pelear. /…/ En esos días apareció el cadáver de una joven en un pajonal de las inmediaciones. Ninguno de los vecinos dejó de pensar en el Clinudo, como seguro autor de tal hazaña. Este, huyéndole a la Policía, logró internarse en los montes del Yí y desde entonces rara vez, o mejor dicho nunca más, se le volvió a ver a la luz del día. /…/. Meses después el Clinudo, cansado de la grasería, alzó el poncho y se marchó con rumbo desconocido. Una tarde, en el puesto de Echeverría, la esposa de éste estaba preparando el amasijo cuando llegó el indio cobarde que siempre se ensañó con mujeres indefensas, a provocarla, y de mal modo le dice: “A ver, venga una torta de esas y me la da pronto, que estoy de viaje”. A lo que replicó la señora: “Siento no poderlo complacer, pero estas tortas son de encargue y no puedo disponer de ellas. Tenga paciencia y si quiere pan, puede servirse lo que guste”. El relato continúa explicando que el Clinudo se fue pero luego volverá en la noche y asesinará a la señora. “Asalto al puesto de Echeverría. Este fue el último crimen del Clinudo. Ocurrió en un puesto de Santa Clara, cerca del Paso de la grasería y donde había estado don Guillermo Eceheverría, abuelo de los Abeles… Tanto Eceverría como su señora ya habían muerto en esa época y sólo quedaba una viejita, madre de Echeverría, que vivía con una nieta. … Ese día habían ido los dos jóvenes a visitar a un vecino que vivía en una casita que todavía existe, viniendo de Santa Clara sobre la derecha del camino. Y fue cuando aprovechó el Clinudo, sabiendo a la viejita sola, para llegar a su casa. La mató a puñaladas, arreó con el recado y con la tropilla del mozo y fue a dar a la pulpería de Polanco del Yí, donde cayó en el lazo. La policía lo prendió, lo metió en el cepo y allí nomás lo hicieron confesar. Cuando se vio perdido, pidió que lo mataran a arma blanca. No, le contestó un moreno guardia civil: tenemos orden de matarlo a bala. Pero en la noche zafó del cepo y disparó. Nunca se ha vuelto a saber nada de él. Pilar de Herrera de Arteaga, 1928” Juan José de Arteaga. “Los tiempos de antes en la estancia del Cerro, el pago de “Copetón”. Parada Arteaga vía Nico Pérez, 1922-1952.
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