A propósito de “Facundo
o Civilización y Barbarie en las Pampas Argentinas” de Sarmiento
En 1845 veía la luz pública el libro que
posteriormente se popularizó como Facundo, con título sugestivo, dicotómico y
maniqueo a la vez, planteaba dos realidades que marcaban la vida de las
regiones platenses: la civilización y la barbarie. Su autor, Domingo Faustino
Sarmiento no dejaba dudas en cuanto a que era una y otra:
“El hombre de la ciudad viste
el traje europeo, vive de la vida civilizada tal como la conocemos en todas
partes; allí están las leyes, las ideas de progreso, los medios de instrucción,
alguna organización municipal, el gobierno regular, etc. Saliendo del recinto
de la ciudad, todo cambia de aspecto; el hombre de campo lleva otro traje, que
llamaré americano, por ser común a todos los pueblos, sus hábitos de vida son
diversos, sus necesidades peculiares y limitadas; parecen dos sociedades
distintas, dos pueblos extraños uno de otro. /…/ Todo lo que hay de civilizado
en la ciudad está bloqueado allí, proscripto afuera; y el que osara mostrarse
con levita, por ejemplo, y montado en silla inglesa atraería sobre sí las
burlas y las agresiones brutales de los campesinos. /…/”.[1]
El peor ejemplo de la barbarie lo representa
el arquetipo del gaucho: El gaucho no trabaja; el alimento y el vestido lo
encuentra preparado en su casa; uno y otro se lo proporcionan sus ganados, si
es propietario; la casa del patrón o pariente, sí nada posee.”[2]
El gaucho y el régimen económico imperante
condujeron a las montoneras de las cuales Artigas, Facundo Quiroga y Rosas
fueron producto y mentores:
“La montonera, tal como
apareció en los primeros días de la República bajo las órdenes de Artigas,
presentó ya ese carácter de ferocidad brutal, y ese espíritu terrorista que al
inmortal bandido, al estanciero de Buenos Aires, estaba reservado convertir en
un sistema de legislación aplicado a la sociedad culta, y presentarlo en nombre
de la América avergonzada, a la contemplación de la Europa. Rosas no ha
inventado nada, su talento ha consistido sólo en plagiar a sus antecesores, y
hacer de los institutos brutales de la masas ignorantes un sistema meditado y
coordinado fríamente. La correa de cuero sacada al coronel Maciel y de que
Rosas se ha hecho una manea que han visto agentes extranjeros, tiene sus
antecedentes en Artigas y en los demás caudillos bárbaros, tártaros. /…/”[3]
Sarmiento entiende la “barbarie” de Facundo
pero su libro es un alegato para cambiar el régimen imperante. Los métodos
claramente nunca fueron muy civilizados.
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