Leyendo a
Mandela.[1]
“La escuela tenía una única aula y un tejado al estilo
occidental, y se encontraba al otro lado de la colina. Yo tenía siete años, y
el día antes de incorporarme a las clases, mi padre me llevó aparte y me dijo que
debía vestirme correctamente para ir al colegio. Hasta aquel momento, al igual
que todos los demás chicos de Qunu, sólo llevaba una especie de túnica echada
por encima de un hombro y sujeta a la cintura. Mi padre cogió unos pantalones
suyos y los cortó a la altura de la rodilla. Me dijo que me pusiera, y así lo
hice. Su longitud era más o menos la adecuada, aunque me estaban demasiados
anchos. Mi padre sacó entonces un trozo de cordel del bolsillo y me os ciñó en
torno a la cintura. Debía ser un espectáculo cómico, pero nunca me he sentido
tan orgullo de ningún traje como de aquellos pantalones de mi padre.”[2]
Aún siendo un muchacho Mandela expresa como se gobernaba en
África: “Las
reuniones continuaban hasta que se alcanzaba algún tipo de consenso. Acababan
en unanimidad o no acababan. (…) La democracia significaba que todo hombre
tenía derecho a ser oído, y que las decisiones se tomaban conjuntamente, como
pueblo. El gobierno de la mayoría era una idea extranjera. Una minoría no podía
verse aplastada por la mayoría.”[3]
En la aldea Mqhekezweni, a la que fue luego de Quntu su aldea
natal, no solo descubrió las formas de deliberación y gobierno tradicionales
sino que descubrió la historia y: “…despertó mi interés por la historia africana. Hasta entonces ,
sólo había tenido noticias de los héroes xhosas, pero allí escuché historias de
otros héroes africanos (…) Mi imaginación se vio exaltada por la gloria de
aquellos guerreros africanos.”[4]
En su discurso inicial: “Entonces se volvió hacia nosotros y su tono cambió súbitamente:
“He había a nuestros hijos”, dijo. “jóvenes, sanos y hermosos, la flor y nata
de la tribu xhosa, el orgullo de nuestra nación. Acabamos de circuncidarles siguiendo
un ritual que les promete la hombría, pero estoy aquí para decirles que no es
más que una promesa vacía e ilusoria. Es una promesa que jamás podrá ser
cumplida, porque nosotros los xhosas, y todos los sudafricanos negros, somos un
pueblo conquistado. Somos esclavos en nuestro propio país. Somos arrendatarios
de nuestra propia tierra. Carecemos de fuerza, de poder, de control sobre
nuestro propio destino en la tierra que nos vio nacer.”[5]
[1] MANDELA, Nelson. “El largo camino hacia la libertad. La
autobiografía de Nelson Mandela.”
España: Aguilar, 1995.
[2] Ibíd., p. 25.
[3] Ibíd., p. 33.
[4] Ibíd., p. 34.
[5] Ibíd., p. 41.
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